Lo que hacemos todos los días también es patrimonio

SEVILLA 3X2

Fue una consigna de la modernidad el prestar atención al valor de los procesos por encima del objeto acabado; en un esfuerzo por poner en valor una cultura, la del proyecto, que tanto podía ponerse al servicio de la economía como del arte, generando un nuevo campo de apreciación de la actividad creadora como una tarea orgánica.

Fue Henri Bergson quien sentó las bases de la teoría de la evolución creadora, identificando la existencia con el cambio, el cambio con la maduración, y la maduración con la capacidad de un organismo de crearse indefinidamente. Aplicar esta evolución creadora al comportamiento de la sociedad contemporánea es un reto de primer nivel, objeto de discusión intensa y reciente: una vez que en la postmodernidad desaparecen jerarquías al mismo tiempo que se mantiene la necesidad del proyecto, la inteligencia pasa a residir en lo común, y en su construcción y percepción es posible encontrar nuevas formas de belleza.

Éste es el punto de partida que sitúa en primera línea a pensadores como Jacques Rancière, quien es reconocido por Claudio Zulian como referencia para el desarrollo de una iniciativa como Sevilla 3×2. Su definición de lo común como marco adecuado para el ejercicio de la corresponsabilidad supone, ante todo, un desafío a la vigencia de términos como identidad y participación, que han poblado los discursos políticos y artísticos recientes. Siendo la observación atenta el primer acto creativo, Sevilla 3×2 crea un nuevo marco desde el cual pensar la cuestión patrimonial, entendida como la parcela de lo compartido. Su visión, ante todo, se aleja de la predominancia que es posible detectar de los centros de las ciudades sobre las periferias, también en materia de participación.

Para ello, la decisión de tomar tres escenarios dispersos en la ciudad; dos periféricos como son El Cerro del Águila y Pino Montano, y uno céntrico como la Casa del Pumarejo, es una muestra clara de la necesidad de compensar simbólicamente este desequilibrio: tal vez, señala Zulian, sea momento de pensar en el idéntico peso específico de un barrio obrero surgido en el primer tercio del siglo XX, de un desarrollo residencial de los estertores del Franquismo, y de una casa palaciega dieciochesca devenida en colectivo autogestionado.

Sevilla 3×2 observa de manera atenta los procesos de participación y empoderamiento desarrollados en los tres escenarios como construcciones orgánicas de lo común, de la misma manera que Bergson podría asistir curioso al proceso de formación de las nubes o el crecimiento de las ramas de un árbol. Sin conocimiento previo del estado de la cuestión en cada uno de estos casos, la atención minuciosa sirve para poner en valor lo cotidiano a través de una mirada desprejuicidada y directa, que resulta en una mínima intervención artística convencional, como fueron las tres parejas de fotos, de cada uno de los casos, y que fueron a parar a los fondos del CAAC tanto como para decorar las paredes de los locales donde se reunían estos colectivos.

De esta manera, la fotografía es un mero testimonio, testigo de las posibilidades de apreciación de esta nueva belleza de la cual solo muestra la punta del iceberg: son la sencilla imaginación de la complejidad de los procesos de construcción de lo común, y su belleza como acción política, las que producen el mismo sobrecogimiento que a Verne le produciría la visión de la luna por un telescopio. Aparentemente es imposible; pero si se ve, se puede llegar.