El graffiti hace visible lo invisible.

Torres de Emasesa

En su trabajo reciente, Uriel Fogué centra su atención en los procesos que llevaron a la invisibilización de las infraestructuras en la ciudad moderna, apuntando hacia la división tajante que a partir del siglo XIX se creó entre el estrato sub-político de la tecnología, dominado por los expertos y oculto a la vista de los ciudadanos, y el estrato político de la circulación y el intercambio, en el que tienen lugar las relaciones sociales y en el que la presencia de la tecnología queda minimizada a la visibilidad del terminal.

Tal división es la que se subvirtió a la hora de convocarse en 2007 el concurso Wall Art para señalar mediante graffiti tres hitos territoriales del sistema de abastecimiento de agua de la ciudad como son las torres de La Algaba (60m), Camas (40m) y San Juan de Aznalfarache (20m). Una decisión tomada por iniciativa de la empresa EMASESA y el Ayuntamiento de Sevilla, que centraba la atención y el reclamo en las emergencias visibles de esta colosal infraestructura, con el efecto sorprendente de una compresión más ajustada y compartida del sustrato subpolítico que permanece generalmente excluido de la cotidianidad.

La realización de los murales convocó a cuatro equipos ganadores, cada uno de los cuales pintó la mitad de la superficie disponible de los cilindros de La Algaba y Camas, mientras que la realización del de San Juan de Aznalfarache correspondió a los miembros del jurado del concurso. Empleando este insólito soporte, el graffiti se convierte en hito territorial, favoreciendo la construcción de un nuevo paisaje intermedio, entre el campo y la ciudad, percibido de forma contundente desde el movimiento implacable de la autopista.

Un acto de apropiación del que, no obstante, hay que destacar el hecho de haberse tratado de una iniciativa pública, que generó controversia en su denominación por hallarse en las antípodas de una acción transgresora como es originariamente el graffiti, que encuentra su caldo de cultivo idóneo en el olvido, el abandono y la obsolescencia. Queda, por tanto, planteada la cuestión acerca de si la institucionalización de una forma de expresión de la cultura hip hop no significa una traición a sus principios. Pero el efecto paisajístico inmediato, a nuestra opinión, lo justifica: ver es nombrar, y nombrar es transformar. El efecto social diferido, lo hacer merecedor de convertirse en germen y modelo de una gestión empoderada de la ciudadanía y el arte sobre la dimensión oculta de lo que no se ve, del dominio pragmático de lo técnico: las infraestructuras.